Origen
La
aparición de la vida, y, por ello, de la célula, probablemente se inició
gracias a la transformación de moléculas inorgánicas
en orgánicas bajo
unas condiciones ambientales adecuadas, produciéndose más adelante la
interacción de estas biomoléculas generando
entes de mayor complejidad. El experimento de
Miller y Urey, realizado en 1953,
demostró que una mezcla de compuestos orgánicos sencillos puede transformarse
en algunos aminoácidos, glúcidos y lípidos (componentes todos ellos de la materia
viva) bajo unas condiciones ambientales que simulan las presentes
hipotéticamente en la Tierra primigenia (en torno al eón Arcaico).
Se
postula que dichos componentes orgánicos se agruparon generando estructuras
complejas, los coacervados de Oparin, aún acelulares que, en cuanto alcanzaron
la capacidad de autoorganizarse y perpetuarse, dieron lugar a un tipo de célula
primitiva, el progenote
de Carl Woese, antecesor de los tipos celulares actuales. Una vez se
diversificó este grupo celular, dando lugar a las variantes procariotas,
arqueas y bacterias, pudieron aparecer nuevos tipos de células, más complejos,
por endosimbiosis, esto es, captación permanente de
unos tipos celulares en otros sin una pérdida total de autonomía de aquellos. De este modo,
algunos autores describen un modelo en el cual la primera célula eucariota
surgió por introducción de una arquea en el interior de una bacteria, dando
lugar esta primera a un primitivo núcleo celular. No obstante, la
imposibilidad de que una bacteria pueda efectuar una fagocitosis y, por ello, captar a otro tipo de
célula, dio lugar a otra hipótesis, que sugiere que fue una célula denominada cronocito
la que fagocitó a una bacteria y a una arquea, dando lugar al primer organismo
eucariota. De este modo, y mediante un análisis de
secuencias a nivel genómico de organismos modelo eucariotas, se ha conseguido
describir a este cronocito original como un organismo con citoesqueleto y
membrana plasmática, lo cual sustenta su capacidad fagocítica, y cuyo material
genético era el ARN, lo que puede explicar, si la arquea fagocitada lo poseía
en el ADN, la separación espacial en los eucariotas actuales entre la transcripción
(nuclear), y la traducción
(citoplasmática).
Una
dificultad adicional es el hecho de que no se han encontrado organismos
eucariotas primitivamente amitocondriados como exige la hipótesis
endosimbionte. Además, el equipo de María Rivera, de la Universidad de
California, comparando genomas completos de todos los dominios de la
vida ha encontrado evidencias de que los eucariotas contienen dos genomas
diferentes, uno más semejante a bacterias y otro a arqueas, apuntando en este
último caso semejanzas a los metanógenos, en particular en el caso de las histonas. Esto llevó a Bill Martin y Miklós Müller a
plantear la hipótesis de que la célula eucariota surgiera no por endosimbiosis,
sino por fusión quimérica y acoplamiento metabólico de un metanógeno y una α-proteobacteria
simbiontes a través del hidrógeno (hipótesis del hidrógeno). Esta hipótesis
atrae hoy en día posiciones muy encotradas, con detractores como Christian de Duve.
Harold
Morowitz, un físico de la Universidad Yale, ha calculado que las
probabilidades de obtener la bacteria viva más sencilla mediante cambios al azar
es de 1 sobre 1 seguido por 100.000.000.000 de ceros. “Este número es tan grande
—dijo Robert
Shapiro— que para escribirlo en forma convencional necesitaríamos
varios centenares de miles de libros en blanco.” Presenta la
acusación de que los científicos que han abrazado la evolución química de la
vida pasan por alto la evidencia aumentante y “han optado por aceptarla como
verdad que no puede ser cuestionada, consagrándola así como mitología”
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